miércoles, 16 de julio de 2014

MEMORIA SELECTIVA: FUERON DOS ATENTADOS
Mi sangre aunque plebeya
también tiñe de rojo
(Felipe Pinglo)

     Hoy 16 y pasado mañana 18 de julio se cumplen 22 años de dos sangrientos y destructivos  atentados con vehículos-bomba hechos por Sendero Luminoso. Desde el punto de vista militar esto fue algo nuevo. Los dos grandes atentados previos (en el distrito financiero y en el Canal 2 de TV) se hicieron dejando un tiempo entre ellos. Esta vez hubo dos enormes explosiones en menos de 48 horas: la primera en el corazón de Miraflores cerca de las 9 de la noche y la segunda muy temprano en el corazón de Villa El Salvador, destruyendo la municipalidad, la comisaría y centenares (no decenas, sino cientos) de techos de las viviendas vecinas. Eso quería decir que los terroristas ya estaban en capacidad de armar dos enormes vehículos-bomba de un día para otro.

     Desde el punto de vista mediático la gran noticia fue el primer atentado. Hasta hoy lo recuerdan todos los medios de comunicación. Para el imaginario popular, Miraflores era y aún es el símbolo de las clases altas, puesto que ese imaginario no ha penetrado en los lugares donde verdaderamente viven las familias más ricas de la ciudad y por la visibilidad que tiene lo moderno de ese distrito. La importancia que tuvo el atentado en la calle Tarata de Miraflores no puede desdeñarse y superó en impacto a todo lo demás, puesto que ahora se trataba de uno de los corazones de la vida burguesa de Lima. El impacto era claro: ya no se trata de asesinatos y dinamitas en alejadas ciudades y remotos poblados, o en barrios populares como Villa El Salvador; ahora tocaba a la población de la Lima "formal", esto es, a las clases medias y altas. En verdad, se trató del primer campanazo de alarma para la parte de la ciudad que vivía de espaldas al país.

     Que Miraflores recuerde este doloroso  episodio no debe convertirse en que "toda la ciudad" lo recuerde lejos de los demás episodios. Es como si la humanidad solamente recordara que el Holocausto Nazi mató a millones de judíos, olvidando que más del 20% de los gitanos de Europa fueron asesinados por ese mismo holocausto y que también se metió a las cámaras de gas a polacos, prisioneros rusos, homosexuales masculinos y Testigos de Jehová. Más que en el número de víctimas, la verdadera dimensión de la insanía nazi reside en la variedad de seres humanos considerados inferiores por el racismo y en su voluntad de aniquilarlos a todos.

     Las autoridades y la comunidad de Villa El Salvador de entonces se alineaban con la izquierda democrática, opuesta al senderismo. Ellos estaban poniendo el pecho y daban la lucha ideológica. Los jóvenes de entonces hacían furtivas salidas nocturnas para pintar "¡viva la paz!" en las paredes, con miedo a ser confundidos por la policía o el ejército y maltratados antes que se dieran cuenta de qué se trataba. Por eso en ese mismo año se dinamitó la vivienda de Michel Azcueta y el 15 de febrero se asesinó a la teniente alcaldesa Maria Elena Moyano con salvajes procedimientos ya usados desde hacía años en centros poblados de la Sierra Sur del país. En el mismo periodo hubo más asesinatos de dirigentes y policías de ese distrito y de toda Lima.

     Tampoco debe olvidarse que en rápida respuesta gubernamental, el 18 de julio se ejecutó la masacre de la Universidad La Cantuta por un comando paramilitar. La situación nacional mejoraría radicalmente con la captura de Abimael Guzmán el 12 de setiembre del mismo año 1992, victoria que buscó atribuirse en exclusiva el Presidente Fujimori que el 5 de abril del mismo año había dado el "autogolpe" y cerrado el Congreso de la República. Tiempos violentos.

     Los dos atentados sirvieron para que el Alcalde Andrade de Miraflores y el Alcalde Rodríguez de Villa El Salvador se juntaran en la avenida Larco y marcharan juntos por la paz unos días más tarde. Ellos entendían que cada barrio tenía sus víctimas, pero que toda la ciudad y la sociedad estaba afectada. ¡Qué decencia tuvieron estas autoridades!

     ¿Por qué la prensa de hoy recuerda más a los muertos de un distrito y no los muertos del otro? Por razones obvias. El más importante atentado terrorista en Lima, el de Miraflores, busca ser leído como un hecho aislado de la violencia que existía en todo el país. No temo equivocarme cuando pienso que algunas personas que hasta ahora rechazan el Informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación recordarán con dolor los muertos de Miraflores, pero ignorarán el dolor de sus compatriotas de los barrios pobres y marginados de la misma ciudad y del Perú.